La deidad de la agricultura
En la tradición védica existen muchas deidades vinculadas al cuidado de la naturaleza, pero la deidad de la agricultura ocupa un lugar especial: Balarama. No es solo el hermano mayor de Krishna —la Suprema Personalidad de Dios— ni un avatar de fuerza infinita; es el principio que sostiene, ordena y protege los ciclos sutiles de la vida. Representa la armonía y la compasión hacia todas las entidades vivientes, el eco divino del equilibrio natural.
En el Bhagavata Purana (5.25.1) se le identifica con Ananta Shesha, la serpiente cósmica de infinitas capuchas que mantiene los mundos suspendidos en una danza eterna. En esa imagen poderosa, Balarama se revela como el cuidador del tejido invisible que sostiene la existencia y como protector de la agricultura sagrada.
El arado: más que una herramienta
Su emblema es el arado. No es un arma para la guerra, sino un instrumento para abrir la tierra, sembrar y transformar. En manos de Balarama, la deidad de la agricultura, el arado representa paciencia, respeto y servicio a la naturaleza.
En los bosques de Vrindavana, Él y Krishna caminaban entre vacas, árboles y ríos, respirando el ritmo natural de la vida. Según el Bhagavata Purana (10.15.20), no solo jugaban, sino que cultivaban una relación profunda con el mundo natural. Allí, la divinidad se manifiesta como pastora, agricultora y guardiana del equilibrio ecológico.
Cuando el río no escucha
Un episodio memorable aparece en el Bhagavata Purana (10.65.23–29). El río Yamuna, llamado por Balarama, no acudió. Entonces, con su arado, trazó un nuevo cauce. No fue castigo, sino recordatorio de que el fluir debe estar en armonía con el dharma. Para la cosmovisión védica, la naturaleza no es un fondo inerte, sino un ser vivo, con deberes y ritmos propios. Balarama, como deidad protectora, actúa para restablecer esa conexión.
La devoción que cultiva
Balarama nos habla desde la tierra fecunda. Su enseñanza trasciende mantras y rituales: abarca el cuidado de la semilla, el respeto por la lluvia y la gratitud por el alimento. Su fuerza no busca destruir, sino sostener y ordenar los ciclos de la agricultura.
En un mundo donde la tierra se fragmenta y los ritmos naturales se rompen, la deidad de la agricultura emerge como recordatorio sagrado: sembrar es un acto de conciencia y cosechar sin dañar es una forma de oración. Cultivar con alma, proteger la vida sin arrogancia y reconocer la divinidad en el humus que pisa el campesino… ese es el legado de Balarama.
Mantra de reverencia a Balarama
oṁ namo halāyudhāya balarāmāya
Reverencias al portador del arado, Señor Balarāma