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Piedra Viva y Hojas de Luz son una Ofrenda literaria y artística de Leandro Vásquez Sánchez, escritor e Investigador. Son el fruto de la Formación en Guardianes en la Sabiduría de la Madre Tierra. Voces de la Madre Tierra.
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En el libro Seda, de Alessandro Baricco, en el flanco de una colina, dos hombres ven volar docenas de pájaros con grandes alas azules. “La gente de aquí los mira volar, y en su vuelo leen el futuro. Cuando era un muchacho mi padre me llevó a un lugar como éste, puso en mi mano su arco y me ordenó dispararles. Yo lo hice, y un gran pájaro, con alas azules, cayó en tierra como una piedra muerta. Lee el vuelo de tu flecha si quieres saber tu futuro, me dijo mi padre”, dice Hara Key, uno de los personajes.
El pasaje anterior lo leímos en el Grupo Literario El Aprendiz de Brujo. Algunos de los conversadores discutían que el autor incurría en un error al hablar de una “piedra muerta”, pues la piedra nunca estuvo viva. A punto estuve de decirles: las piedras están vivas, quizás más que nosotros. Pero temí que me tacharan de loco. Cómo podía explicarles que junto al río Minca, en la Sierra Nevada de Santa Marta, bajo árboles entre los cuales la luz se colaba como saetas, le conté mi vida a una piedra, como si le leyera un cuento. Ella no me respondió. Pero sentí que alguien escuchaba. Era tal mi vergüenza por lo que le narraba y tanta su comprensión, que me conmovió hasta las lágrimas. Bien dice la saga María de la Cruz que el lenguaje de las piedras son los pensamientos. Después de esa experiencia y escuchar las palabras de la saga, tengo que confesar que todavía no logro comprender lo uno y lo otro. Por fortuna, quizás nunca pueda.
Para explicarme, tal vez habría sido mejor contar que en un relato llamado Los nombres de la madre, el abuelo uitoto Jitoma Naïre le atribuye a la tierra nombres como Nofïdeño, Mujer de piedra, porque ella es el sostén del mundo y su osamenta es la piedra. Aislados del cuerpo humano, los huesos no son más que minerales. Lo mismo ocurre con las piedras, si las tomamos como cosas aisladas de la naturaleza, esa red de seres y fenómenos de la cual los humanos sólo somos una pequeña hebra.
La concepción imperante es que las piedras son recursos. Por eso son extraídas y comercializadas, a pesar de los daños profundos e irreparables que se causan a los ecosistemas y las comunidades. Los seres humanos decidimos, en vez de escuchar los designios de la naturaleza, asumir una tradición violenta, que mata las piedras y los pájaros, como lo hizo Hara Kei con el arco que le legó su padre.
Creo que las explicaciones anteriores no son suficientes. Para comprender a fondo el lugar de un ser en la naturaleza es necesario emprender procesos vivenciales que posibiliten relacionarnos con él. Sin embargo, en el año 2017, entendí que existían otras posibilidades. Participaba en Hijos de la Madre Tierra, un curso que se realizaba en el cerro Quitasol. Buscábamos establecer un compromiso con la naturaleza, a través del reconocimiento de sus derechos. En las salidas a la montaña, a veces tomaba fotografías. Julián Sánchez, otro de los estudiantes, me propuso que juntos elaboráramos un calendario con esas imágenes. Para mí fue una sorpresa descubrir que los personajes de todas sus fotografías eran árboles, piedras o cascadas. En un principio, me parecieron vacías, faltaba el ser humano. Yo había sido formado en una facultad de comunicación en la que estudiábamos los acontecimientos de los hombres. Pero cuando me tomé el tiempo de contemplar las imágenes de Julián, descubrí en su propuesta estética una búsqueda por reconocer el valor, el derecho y el lugar de los seres de la naturaleza.
Gracias a esa experiencia, también me propuse retratar las montañas o los bosques que camino. Un testimonio de eso, son estas postales llamadas Hojas de luz: cuatro fotografías de los cerros tutelares del Valle de Aburrá acompañadas por cuatro historias que escribí. Las elaboré como ofrenda para Guardianes de la Madre Tierra, un curso que se realizó durante el mes de abril de este año. Así nuestro paradigma científico siga poniendo al hombre en el centro de la existencia, en estas imágenes, como debería ocurrir con el arte en general, busco que árboles, piedras, agua y animales rebelen como la vida, sin excepción, sacude a todos los seres del universo.
Leandro Alberto Vásquez Sánchez