LA FUERZA DE LA MADRE TIERRA
Ante el fuego Ceremonial solicitamos humildemente poder cumplir con el propósito de la vida humana, formarnos como sirvientes o guardianes de la Vida. Informe lírico y artístico del segundo encuentro de la Formación de Guardianes en la Sabiduría de la Madre Tierra. Cerro Quitasol, Bello Antioquia. 15-09-2019
Como fue previsto, todos asistimos a la cita acordada para subir al Cerro Quitasol, con el propósito de buscar una conexión profunda con la madre tierra y aprender de sus secretos a través de la sabiduría de los abuelos.
Empezamos a subir el cerro pidiendo permiso para que los Guardianes de la montaña nos acompañaran y guiaran en esta meditación que íbamos a realizar acompañados por el abuelo Abadio Green y la Nana Rosenda, abuela maya nacida en Guatemala.
Una vez ubicados en el territorio pudimos contemplar aquel sagrado lugar, que hoy está siendo nuevamente visitado por la comunidad, después de sufrir muchos años de violencia indiscriminada. Su paisaje era increíble, todo era en tonalidades verdes, habían muchas especies de árboles, arbustos, los pájaros cantaban, su tierra era fresca, color ocre.
A la hora del fuego ceremonial, todos entramos en sintonía, reverenciamos y saludamos a la Madre que nos sostiene, al Padre sol que nos abriga, al viento, a todos los guardianes y guardianas que habitan el lugar y nos preparamos para recibir este elemento sagrado. El altar para el fuego, fue elaborado de una forma muy delicada y detallada por la Nana, quien nos compartió que la Madre Tierra requiere ofrendas de flores blancas para contrarrestar todo el daño que le hemos causado, de miel, que representa la dulzura, de romero, que sana la racionalidad que nos ha desconectado tanto del corazón, mirra, resinas, velas, palo santo, ruda, albahaca, y el ingrediente principal, un corazón con deseo sincero de servirla.
Con la llegada del fuego, los mensajes que nos traía no se hicieron esperar, estábamos en el día 6, que representa la feminidad, la fuerza del rayo, que es el poder de la madre, bajo la energía de la luna llena. Así, iniciamos un viaje al interior del ser. La nana Rosenda nos recordó a las mujeres la importancia de nuestra conexión con la Madre, de usar falda, de sentarnos de forma adecuada para no abrir nuestra energía al universo, sino por el contrario, entregarla a la Tierra.
Los abuelos nos indicaron la importancia del silencio y la escucha, porque cuando la mente calla, podemos empezar a escuchar lo que vibra a nuestro alrededor, los mensajes que nos dan los árboles, el viento, los pájaros, asimismo, podemos escucharnos a nosotros mismos. Los demás principios para caminar en esta senda son la observación, el tejido, la palabra dulce y el corazón bueno.
El fuego, el gran maestro que une a todas las tradiciones místicas, empezó a hablar, nos decía que nuestros úteros han sido muy lastimados, que muchos hemos sido concebidos sin ser deseados, sin respetar el acto sagrado de la sexualidad, que muchos úteros ancestrales han sido violados y por ello, es tan importante que empecemos a conectarnos con nuestras raíces, con nuestra placenta, con nuestro cordón umbilical, con nuestro ombligo, que son nuestra primera casa, la primera forma en la que recibimos información del cosmos, la que nos conecta con nuestro linaje.
En aquellos momentos volvimos al vientre de la madre, volvimos a estar allí refugiados, cobijados, protegidos, queríamos nacer, queríamos nacer de nuevo, nacer como nuevos seres humanos, más consientes, más compasivos, más comprometidos con nuestra Madre.
En el fuego se invocó a los Guardianes, que representan las 20 energías que rigen la vida en la cultura maya, así, oramos al tejido, al camino, a los niños, al jaguar, al pájaro, a la culpa, a la sabiduría, a la obsidiana, al trueno. Todas estas energías estuvieron allí presentes, de este fuego salió un río negro que representaba el Origen, el cual fue a él ofrecido en representación de todas nuestras placentas perdidas, de todo nuestro arraigo perdido, además ofrendamos una semilla de cacao como símbolo de nuestra placenta, con el deseo de recuperar la conexión con nosotros y nuestros ancestros.
Allí en la montaña, estuvimos muriendo, llorando, recordando, perdonando y pidiendo perdón, reconociendo nuestros dolores, nuestras esperanzas, nuestro deseo de amar. Con esta convicción, pedimos la fuerza para renacer como hijos de la Madre Tierra, para ser sus guardianes, para honrarla, para protegerla y adorarla, para reconciliarnos con el Padre y la Madre divinos, fuentes de toda vida.
Así, cada uno de nosotros asumió un compromiso personal, un compromiso interior con la Madre Tierra, para servirla, para purificarnos, para valorar la vida, para recuperar la sexualidad como un acto sagrado de amor que tiene como finalidad traer al mundo almas conscientes que ayuden a evitar que se continúe generando el sufrimiento por el que nuestra Madre ahora grita Auxilio.
Textos: Keyry Ufar (Yoga Pit dd.)
Fotografías: Daniel Correa y Lea Boucheron.