Poema: Dar de nuevo vida a flores que marchitan

 

 

 

 

 

1

A este jardín
venimos como las aves
a los pies de eso que crece,
que debe ser protegido.

A cada paso lo que se siembra
la memoria también pasa por las manos.

Vienen los pájaros
como mensajeros
brotando del corazón de la tierra.

2

El río es un templo
se ofrenda para despertar lo que duerme
para recuperar las semillas que se han perdido:
memoria nacida del río.

Me sobrecoge.

Agua y fuego son lo mismo
son ofrenda.

Las llamas danzan
acompañando el sonido del arroyo
que se derrama.

3

Nos narramos entre velas
escritura en piedra que le cuenta al agua
lo que solo se devela con el sol.

La noche habla
en un lenguaje de grillos y sereno
hace que me rinda ante este fuego
que parece desflorar a mi corazón.

El paisaje de la selva
acompaña la sombra
y el río se la lleva.

Me sobrecoge.

4

Las manos sobre la roca invocan la flauta
la cascada es el vientre de donde el agua nace.

Todo confluye en la danza
hilos se entrelazan.

El pensamiento se expande en el movimiento del agua
aumentando el amor en mí.

Me sobrecoge.

La divinidad se manifiesta en la flauta
la ofrenda se entrega donde el agua brota.

5

Devolverle todo el amor al río
acariciar la llegada del sol
a la divinidad que permite el encuentro.

Devolver al territorio lo que le ha sido despojado,
dar de nuevo vida a flores que marchitan.

El territorio también es uno mismo.

Poema realizado durante un peregrinaje que se llevó a cabo en el territorio Ancestral de Támesis Antioquia.

Autora: Valeria Isaza Jiménez

 

 

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